El mundo del retrovisor...

lunes, 30 de noviembre de 2009


Nada mas salir del local, recibió una bofetada en la cara, cortesía del frío que hacía a esas horas de la noche. Tras unos minutos interminables hasta llegar al coche; y no después de unos cuantos escalofríos, que consiguieron erizar su melena negra; consiguió poner en marcha ese viejo cacharro. Aún le hacía gracia cada vez que oía resonar ese viejo motor, que a tantos sitios le había llevado ya, y mas de una vez la dejó tirada… aunque al menos aún tenía que aguantar un último viaje más.
Mientras intentaba ponerse el cinturón y de paso, buscaba ese viejo CD de Pearl Jam rallado hasta la saciedad de tanto escucharlo, sintió otro escalofrío por su espalda; pero éste era distinto a los anteriores. No era el frío que volvía a visitarla… ojalá pensó ella. Lo volvió a ver… sólo fue un instante, pero lo suficiente como para que volviese todo a su cabeza. Sabía que era imposible, que no podía estar allí…que no podía ser él….que el retrovisor le estaba engañando. No era la primera vez que su mente se la jugaba de esa forma, de hecho empezaba a estar harta de su jodido subconsciente. Tan harta que su otro subconsciente la hizo golpear el retrovisor con tanta rabia que acabó hecho añicos sobre el asiento del copiloto. Su mano derecha pagó los arrebatos de su mente; aunque nada que un pañuelo bien atado no pudiese solucionar. Tras cerrar los ojos y agitar levemente la cabeza de un lado a otro con la esperanza de echar a los fantasmas de su mente fuera, consiguió meter primera y salir del aparcamiento al fin.
¿Y ahora qué? Era lo único que sonaba en su cabeza…Preguntas, dudas…miedos…se entremezclaban con esa canción que tanto le gustaba y que tanto odiaba a la vez. Llevaba veinte minutos conduciendo por una carretera vacía, en la que su única compañía eran las pocas luces de las farolas que quedaban funcionando. Mirando al retrovisor izquierdo se dio cuenta de que ya estaba amaneciendo al fondo…que bonito pensó…y ojalá salga el sol y lo queme todo…pensaba ella mientras veía despertar a esa ciudad que tanto la había hecho sufrir. Otra noche sin sentido…otra vuelta a casa sin nada ganado…y ni tan siquiera, nada perdido. “¡¡A la mierda!!… se acabó”. Tan sólo pronunció esas palabras…y fue como si se acabase de convencer a sí misma. De repente entendió que era lo único que podía hacer… de hecho, hasta se preguntaba por qué no lo había hecho antes. Esta noche parecía que el miedo había desaparecido, o al menos, hoy no actuaría por ella. De repente una sonrisa apareció en sus labios… en aquel rostro que ya había olvidado hasta que era sonreír… Sabía que era una locura, sabía que seguramente se arrepentiría mas adelante… pero le daba igual. Lo único que sabía con certeza es que sentía algo, no sabía muy bien si algo bueno o malo, pero al menos era algo; y por primera vez en muchos años, tuvo la sensación de que era ella la que controlaba su vida; y no esa espectadora que la miraba desde arriba. Miró al asiento del copiloto y vio los pedazos de lo que fue el retrovisor. Lo vio claro…lo tomo como una señal; era hora de dejar atrás ese pasado roto en mil pedazos… y encontrar un nuevo retrovisor en el que mirarse.

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